Se reúnen los silencios
para decirse separados
en un salón de humo
invadiéndose las mentiras.
Uno ronca truenos,
otro aviolina jamones,
y yo sólo bebo.
Los silencios alimentan,
diplomáticos, al país
enfocado por su ironía
mullida y deseada.
Un Livingstone supongo
de paso, de vuelta, apasionado.
Un Huckleberry río arriba,
pecho esclarecido y arrasado.
Un Horla críacuervos
y te sacarán lo inesperado.
Silencios elocuentes
entre afanes y espinas,
planes y cielos abiertos
sin minas. Dos espasmos
de genialidad espoheráldica,
de escudos de espuma;
una trinidad en suma:
mis excusas sabáticas
y sus contextos dispersos.
Para Negrete y Fermín.