Si
no hubiera desarrollado esta sordera que me regalaron junto a mis
primeros patucos, esta incapacidad evidente para dar espacio al
lenguaje de las vísceras, ahora sería poeta (el ausnto de la
calidad de mis versos pertenece a otro debate). Pero desde muy niño
me encaminé por la senda racional y ahora, hace algunos años en
realidad, he llegado a la encrucijada. He de decidir. Dos alternativas: escindirme, volverme loco (tentador), avanzar lento por
los dos senderos obviando el compromiso del caminante de enriquecer
el suelo que pisa; o matar el mundo, presentar mis respetos y esperar
el infarto del ciudadano huérfano de realidad para después
adentrarme en la senda que no lleva a ningún lugar conocido o imaginado.
eran
ya muchos años de tanteo
la
voz insegura
collage
de ideas al vuelo
latido
irregular del deseo y la fe
muchas
las dudas
el
goteo timorato
en
parvulario de entrepierna tupida
montañas
de documentadas sandeces
y
vuelva mañana
o nunca
aspirando
a respirar el palacio
de
los muros ahumados
persiguiendo
animales irónicos
hiriéndose
con el retroceso
de
la escopeta descalibrada
mucho
andén sin exiliados
y
los pies raíces en la súplica
del
olivo bajo la tormenta
morir
para decidir
matar
para caminar
dar
la espalda a los raíles
ahogar
la pulpa de la fuga
y
sin embargo correr
lejos
lejos
de este cuerpo
correr
con la cordura cerrada
con
la esperanza expectante
del
golpe contra la verdad
correr
hasta extenuarme
y
asegurar la pérdida
de
las buenas costumbres