16.
y obliga a mirar la maravilla
de lo simple entregado de repente.
De tan claro y tan cierto,
de tan evidente nos aturulla
y nos reconocemos incapaces
en nuestro cuerpo construido
de albergar la verdad sin partidarios.
El silencio en nosotros
nos desvela:
contemplar no requiere la compulsa
del nacido en la boca de lo útil.
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